
En febrero de 1999, allá en Los Andes peruanos, conocí a un hombre muy bello que se llamaba Angel. En ese tiempo, estudiaba casi fanáticamente a los chamanes de todas las culturas. Por mis manos, pasaron muchos textos que hablaban de estos seres maravillosos, pero no había tenido la experiencia directa con alguno. Tenía la inocente creencia de que eran seres que estaban las 24 horas al día en estados alterados de conciencia, siendo absolutamente presentes y casi disfrazados con sus plumas o rostros pintados.
Fui tras varios curanderos, uno leía hojas de coca, otro, era una especie de "huesero", pero ninguno de ellos era chaman. Este último siempre es curandero, mas un curandero no siempre es un chaman. El, abarca muchas otras cualidades; como las sobre naturales, el carisma o el convertirse en algo así como psicólogos sociales, entre otras cosas. Después de varios intentos, me di cuenta que no iba a ser fácil encontar a mi "Don Juan"(chamán que guió al antropólogo norteamericano Carlos de Castaneda).
La historia es un poco larga, por lo que no voy a entrar en muchos detalles por ahora, ya que quería extender unas líneas a la Madre Tierra. A propósito de este chamán Angel de Perú, sentí por primera vez en mi vida, el latir de este ser vivo donde me apoyo. Fue una experiencia maravillosa y un descubrimiento que se extiende hasta hoy. Estába con mi hermano, quien siempre ha sido mi gran guardián, esperábamos dentro de una cueva que una tormenta de lluvia amainara y así comenzar un despacho, nombre de los rituales andinos, y que correspondían a ofrendas a la Madre Tierra o Pachamama.
Resulta que me mareé muchísimo, y sentí que me faltaba el aire, Angel me observó y me dijo que a mis pies había una hierba que la debía arrancar y frotármela por el rostro. Lo hice y sentí un gran alivio, las propiedades espectorantes de la planta me despejaron rápidamente y pude respirar con normalidad. Luego la tiré al suelo, el chamán me miró con severidad y me dijo que le agradeciera a la Pacha Mama. Avergonzada de mi ignorancia, miré a mi alrededor, y sólo vi belleza, montañas verdes que se extendían a lo lejos, un cielo azul lavado por la lluvia, nubes de algodones y recuerdo muy bien, la sensación de sentir que estaba sobre un ser que respiraba, se alegraba y se entristecía. Entonces volví a recoger la planta la acerqué con cuidado a mi rostro y la besé, luego le dije desde lo más profundo de mi corazón: ¡"Gracias Pachita"!
Viviendo en la ciudad siento tanta nostalgia de la Naturaleza. Me enfermo si estoy lejos tanto tiempo. Ella me sana con su sola presencia, es asombrosamente poderosa, a través de la lluvia, temblores, tormentas o las flores. Angel me insistía muchísimo acerca de que la voz de Dios siempre se escuchaba en la Naturaleza, por lo tanto, que siempre estuviera atenta a ella. Dicho esto, recuerdo que un gran trueno estremeció el horizonte, nos miramos con mi hermano sorprendidos y luego nos volvimos hacia Angel que con voz picarona dijo: " no fui yo Mamita..."
Aprovecho de invitarlos a abrazar a la naturaleza este próximo Concilio de Primavera en Horcón.
diosasquintaregion@yahoo.es
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